martes, 27 de julio de 2010

Inspiración

Pero esta vez tenía lo que hace tiempo me faltaba, y no se sentía bien como esperaba que se sintiera, quizás era la ausencia de alguien con quien festejarlo. La inspiración ya no era un problema para mí, pero ya no estabas ahí.

Te buscaba en el celular (que miraba absurdamente sabiendo que ni un mensaje me llegaría), en el patio de mi casa, en las cartas que llegaban, pero en ningún lado estabas tú; si tan solo supieras que me fuiste de gran ayuda, y que aún te recuerdo con tanta ternura como pasaba antes… Generalmente no suelo hacer las cosas como las hice, nunca había hecho algo como eso sin sentirme tan mal. Había olvidado lo que se sentía el vacío. Y te escribo esta carta no para que te preocupes por mi, o como una disculpa (aunque quizás debería considerar la idea de una disculpa), sino para seguir fastidiándote como lo he hecho todo este tiempo.

Te quiero y te necesito más que nunca, pero me haz pedido que ya no te busque, y no puedo hacer otra cosa. Lamento haberte hecho, y aquí esta la única y sencilla verdad, todo este tiempo solo haz sido tú en mi, no existió nadie (aunque quizás por un momento sí), y esperaba que quizás, en algún futuro (no) lejano, volvieras a sentir eso que en un pasado sentiste.

¿Qué hacer?

_¿Hice algo mal para qué me dejarás?.
-Sí, quererme demasiado.


Esas habían sido las últimas palabras que se dijerno Paula y Gabriel antes de separarse. Paula había jurado dar todo por Gabriel, Gabriel se había jurado que jamás podría querer a una persona por sus tantas decepciones amorosas. No era él el del problema, aunque quizás su personalidad bi-polar afectaba un poco.
Gabriel era un chico aceptable (1.75 m, cabello chino, blanco de piel, ojos verdes), pero siempre tenía la desdicha de no poder encontrar el amor, o al menos no el correspondido. Toda su vida buscaba a alguien que le diera esa recíprocidad en el amor pero jamás la había encontrado.
Un día, en una de las tantas fiestas de la universidad, Gabriel se encontró con una de sus viejas compañeras de la secundaria, Paula, empezaron a hablar tratando de recordar viejos tiempos, riendo, y tomando un poco de vino. Gabriel no pudo evitar sentir que su corazón actuaba de forma diferente estando con ella (al menos en ese momento), pero quizás era solo una corazonada más que terminaría por ser ignorada como muchas otras.

Con el paso del tiempo Paula y Gabriel se fueron frecuentando más seguido. Se necesitaban. Gabriel estaba experimentando el amo recíproco, el amar a Paula sabiendo que ella lo amaba igual, el saber que sus besos eran correspondidos por ella, la necesidad de un mensaje para saber algo de ella, el ¨te quiero¨ matutino, el ¨te necesito¨ vespertino, y el ¨te amo¨ nocturno. Todo eso y más era lo que le brindaba Paula a Gabriel. Pero no todo fue ser feliz en esta vida. Gabriel pensaba demasiado, y en el amor eso puede ser peligroso.

Quizás no era eso lo que esperaba del amor, quizás eran más emociones de las que podía soportar, no lo sabía, pero sabía que eso tenía que terminar. Esa misma tarde vió a Paula, indiferente (o quizás diferente a como la veía antes), la seguía viendo con los mismos ojos de amor con los que la veía antes, pero con el nuevo vacío extraño que estaba dentro de él. Creo que tenemos que terminar con esto -le dijo Gabriel a Paula-, no creo que nos este haciendo bien, y creo que puedes conseguir a alguien mejor. Pero no necesito a nadie mejor Gabriel, te necesito a ti -le dijo Paula con lágrimas en los ojos-, todo este tiempo haz sido tú, tú eres el único que me hace sentir bien, él único que me hace sentir esto.
Pero a Gabriel no le importaron la palabras de Paula, y marchó con un simple ¨Adiós, espero que lo entiendas¨.

Gabriel sentía un extraño hueco desde aquella conversación, pero suponía que era normal (o quizás quería evitar pensar en ella),así que acudió con Fernando sabiendo que el era su mejor amigo, el único que lo conocía perfectamente, y que sabía que jamás podía mentirle. ¿Por qué la sigo extrañando? -dijo Gabriel- Quizás deberías de ir por ella, en el fondo sabes que la sigues amando -le respondió Fernando-.
Gabriel tomó su abrigo, su paraguas, y salió corriendo a buscar a Paula con la única ce
rteza de que aún la seguía amando, y ella a él igual.